Título: Edificio España. Año: 2012. Duración: 94 min. País: España Género: Documental. Dirección: Víctor Moreno. Guión: Víctor Moreno. Fotografía: Víctor Moreno. Reparto: Documental.
Mientras varios escuadrones de trabajo, que en total suman más de
doscientos obreros, desmontan y derriban el interior del Edificio España hasta
dejarlo en su esqueleto, una memoria, silenciosa y triste, permanece mientras
puede en la superficie de las paredes de aquel pretendido símbolo de la prosperidad franquista. Obreros de distintas
etnias y culturas realizan la tarea que antecede a una reforma que nunca llegará,
tarea que para la mayoría supondrá la última en mucho tiempo, pues la crisis
económica está por implosionar (la obra se inicia en 2007), y tras el
desmantelamiento del edificio casi todos los trabajadores, según nos dicen,
entrarán a engrosar la cola del paro.
He ahí las dos tesis principales que maneja este documental: por un
lado el retrato, más o menos pobre, de una colectividad, espejo de la sociedad
globalizada, que derriba con indiferencia una catedral de memoria y fantasmas;
por otro, el más sugestivo, la denuncia y metáfora de una situación crítica, la
actual, en la que lo económico, factor que rige toda la realidad, ha
colapsado. Es muy posible que el
director Víctor Moreno empezara el proyecto y lo grabara con una idea en la
cabeza y lo montara con otra o, al menos, con significativas variaciones
conceptuales. De esta forma, del retrato
inicial de una moderna Torre de Babel, emerge la metáfora de la crisis
representada por un edificio cuyos planes de reforma por parte del Banco Santander
(entidad propietaria que, por cierto, mantuvo a la película que nos ocupa en el
limbo de la distribución y de la exhibición durante varios años), quedaron en
agua de borrajas tras la crisis. Para potenciar esta interpretación –dentro de
un film poroso y lleno de posibles conclusiones- Moreno introduce en el montaje
un off de Zapatero hablando del inminente crecimiento económico o de la
creación de nuevos puestos de trabajo. Todo en flagrante contraste con la realidad
actual, el estado laboral de los obreros que participaron y el cascarón vacío
en el que se ha convertido el emblemático edificio madrileño. En este sentido,
el testimonio propuesto resulta desolador y pertinente, pero es en lo que parece la
intencionalidad primera donde el film quizá se quede corto. Esa radiografía de
la sociedad global representada por todos esos obreros de procedencias diversas
queda insinuada pero en absoluto se extrae de ellos toda la fuerza y
profundidad que un retrato de estas características se plantea conseguir (algo
a lo que sí llegaba con bellísimos resultados la obra de José Luís Guerín de
2001 En Construcción). Los
trabajadores están ahí pero más como saqueadores inconscientes de una memoria
mortecina (los restos de la gente que vivió en sus viviendas, que trabajó en sus oficinas, o que comió en su
restaurante), o como metáfora de una situación social determinada (expresada
brillantemente pues casi toda la película es una sucesión de paredes destruidas,
suelos levantados y cascotes expulsados que por su reiteración acaban construyendo
la idea más valiosa del film, idea o símbolo acerca del nefasto estado de
España).
Moreno imprime al metraje un ritmo irregular, con claros altibajos de
interés, que va desde la fascinación estética (planos que extraen esa belleza
de lo feo tan presente en la pared desnuda a medio destruir), y argumental
(algunos personajes interesantes pero quizá desaprovechados), hasta, en
ocasiones, cierto sentido de la imagen y del tempo algo deslavazados. Hay
momentos con tensión y dramatismo que sin embargo no terminan de encajar en una
historia que al final parece ir por otros derroteros. La escena que funciona de
clímax, que resulta desaprovechada, tierna y algo impostada, y en la que se
asiste a la partida definitiva del último (suponemos), residente de la torre,
es buen ejemplo de ello. Aun así, la metáfora acerca de la crisis, el despiece
de la economía de un país y el tipo de burbujas que ayudaron a provocarlo
resulta brillante: un edificio que hoy es pura fachada mientras su interior queda
derruido y polvoriento, procesado y transformado en montículos de arena cada
vez más altos. Algo que ver, al menos, con el estado genérico de la nación que lo
alberga.
Miquel Zafra
No había leído hasta ahora ninguna crítica que planteara serias objeciones a la película como las que tu planteas. No he podido ver "Edificio España", pero es un placer leer tu texto y ver la película a través de tu mirada, que no sólo detecta las fortalezas, sino también las debilidades de la construcción. Un texto estupendo y, sobre todo, muy razonado y templado a la hora de enfrentarse a esos puntos débiles.
ResponderEliminarun abrazo,
Jordi Costa