Big Bad Wolves
Título original: Big Bad Wolves Año: 2013. Duración: 110 min. País: Israel. Director: Aharon Keshales, Navot Papushado. Guión: Aharon Keshales, Navot Papushado Fotografía: Giora Bejach Reparto: Lior Ashkenazi, Tzachi Grad, Rotem Keinan, Dov Glickman, Menashe Noy, Dvir Benedek.
El gasto en promoción de una
película suele ser elevado, desorbitado en ocasiones. Una buena campaña de
promoción no te asegura, sin embargo, un gran éxito en taquilla. Pero lo normal
es que si es Tarantino –desinteresadamente– el que lo hace, la taquilla la
tienes asegurada. Dijo de Big Bad Wolves,
película israelí de presupuesto minúsculo, que era, no solo la mejor película
del festival de Busan, sino la mejor del año. Impagable. Y claro, situó a la cinta
en el centro de todas las miradas y provocó una vorágine de insospechadas
consecuencias. Las palabras del director de obras como Pulp Fiction o la reciente Djando
desencadenado, seguramente desmesuradas y mal medidas, sí que tienen, en
cierto sentido, razón de ser. Al menos si nos atenemos al tipo de cine que
realiza Tarantino y a sus peculiares gustos cinematográficos.
El segundo trabajo de los
realizadores Aharon Keshales y Navot Papushado consigue, con una gran
limitación presupuestaria, volver a salirse de lo establecido con una cinta
continuista en cierto sentido con la notable Rabies –primera película de terror del cine israelí–, su ópera prima. Con evidentes influencias del
cine de Tarantino (irreverente, desenfadada, sangrienta, gamberra, con cabida
para el humor, con referencias explícitas a cintas como Reservoir Dogs y Malditos
Bastardos), Big Bad Wolves es una cinta
tremendamente arriesgada en su propuesta, que sabe reírse de todo –y de todos–, y que le
valió a sus realizadores el premio a la mejor dirección en el festival de
Sitges. Existe, hasta cierto punto, un evidente paralelismo con la celebrada Prisioneros de Denis Villeneuve,
película que curiosamente se finalizó después, pero que los designios de la distribución
quisieron que llegase antes a las salas españolas. La trama se centra, como en
aquella, en la persecución y tortura de un presunto –tampoco aquí se admite presunción de inocencia– profesor de religión pedófilo y asesino por parte del
padre de la víctima. Pero Big Bad Wolves aborda
temas tan poco dados al humor como la tortura, la violencia o la pedofilia,
mofándose de ello, satirizándolo. Humor negro –negrísimo–, delirante y cruel.
Sin medias tintas, sin contemplaciones.
Desde la escena inicial –ese juego de niños, aparentemente inocente, con el
que se abre Big Bad Wolves y que
funciona como prólogo del juego que va a suponer para el espectador la película
que se inicia– hasta su potente, aunque aparentemente anticlimático, final, la cinta
es puro atrevimiento. En un tono engañosamente serio, brillantemente ejecutado desde
el plano visual, dos niñas y un niño juegan al escondite cuando una de ellas
desaparece, escondida en un armario. Veremos, tras un corte, que fue asesinada,
decapitada y violada. A partir de ahí se desarrolla un thriller poco
convencional –en las forma, el tono y el estilo– y gran factura visual, que sabe
conjugar a la perfección la comedia y la crueldad. Todo un alarde de equilibrio.
Un potente ejercicio de estilo donde lo visual está cuidado hasta el máximo
detalle, la música utilizada de forma brillante e inteligente y la violencia
tratada de forma aparentemente banal. Al más puro estilo Tarantino. Normal que esté
entusiasmado.
Carlos Rico Hernández-Claveríe
Hola, Carlos: la verdad es que las palabras de Tarantino no siempre han tenido ese toque mágico. En la promoción de la opera prima de Elio Quiroga -"Fotos"- se usó una frase suya, fruto del entusiasmo con el que recibió el estreno de la película en Sitges, pero eso no evitó que el público le diera la espalda a una película quizá demasiado extraña y exigente. Creo que es muy pertinente la relación temática que estableces con "Prisioneros", aunque el tono de ambas películas las diferencia radicalmente. Echo de menos que no hayas entrado en las notas de mala uva política que lanza la película tanto sobre los métodos de la policía y el ejército israelí, como sobre la relación con el Otro (el cowboy palestino) o sobre las relaciones familiares en la cultura judía.
ResponderEliminarun abrazo,
Jordi Costa