La Huida
Título original: Deadfall. Año: 2012. Duración: 95 min. País: Estados Unidos. Género: Thriller. Director: Stefan Ruzowitzky. Guión: Zach Dean. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Shane Hurlbut. Reparto: Eric Bana, Olivia Wilde, Charlie Hunnam, Kate Mara, Sissy Spacek, Kris Kristofferson, Treat Williams.
“¿Cómo es un hogar?” Se pregunta
en voz over, Addison (Eric Bana). O puede que sólo se limite a repetir la
cuestión que le hace alguien a quien no vemos ni oímos. Y es esa pregunta la
que gravita constantemente sobre la historia. ¿Qué es un hogar? Tal vez una
casa de granjeros en el valle, tranquila, solitaria, como la que Addison y su
hermana Liza (Olivia Wilde) habitaron en su niñez. Esa es la Arcadia perdida y añorada
que estos personajes, vinculados por la sangre y los traumas comunes, desean
recuperar a toda costa. Lo que significa que nada ni nadie les detendrá. Tras
haber logrado dar un gran golpe en un casino tribal y acompañados de otro
compinche, nos encontramos con estos personajes que huyen a través de una
carretera nevada en dirección a la frontera de Estados Unidos con Canadá. Todo
parece indicar que en unas horas podrán disfrutar libremente de su recién
adquirida riqueza y erigir por fin ese anhelado hogar. Pero, atención: esto es
un thriller. ¿Y cuántas veces no habremos visto anteriormente una escena
similar? Como espectadores más o menos bregados, ya sabemos que las cosas no
son tan fáciles y, por supuesto, así es como queremos que sean.
En esta historia existe otro
personaje de importancia similar a la que Addison y Liza ostentan: Jay (el
emergente pero limitado Charlie Hunnam), un ex boxeador, ex convicto y casi ex
hijo. Jay es alguien que busca también su hogar perdido. En su caso sí que
existe esa casa en el campo, el hogar del que él hace demasiado tiempo que
falta y que aún habitan sus padres (los ya –aunque uno tiene cierto reparo al
decirlo por todo lo que ello significa- veteranos Kris Kristofferson y Sissy
Spacek). Y por último, quizás en una escala de menor importancia, existe otra
familia en el film. La que forman Hanna (Kate Mara) y T. Becker (Treat
Williams); que son respectivamente y en este orden: marshalls, hija y padre.
Asistimos, por tanto, a tres variantes del modelo familiar alejadas de lo
modélico. Pero no estamos ni mucho menos ante un drama sociológico sino ante un
thriller de estructura canónica que se cumple a rajatabla. Todos los personajes
se hallan dispuestos a lo largo del argumento para acabar, con sus respectivos
conflictos internos, convergiendo en un momento u otro, y todos resultarán
afectados de alguna manera cuando eso suceda. Sobre un vasto paisaje nevado,
unos y otros evolucionarán como si se movieran –cargándose de tensión en cada
espacio y con cada movimiento- dentro de
los círculos concéntricos de una gigantesca diana, dirigidos y dirigiéndose
hacia un centro común, hasta el posible punto interior de esa diana. Errar o
acertar; dar en el blanco cuando todo está cubierto por una espesa y helada
capa de nieve puede que sea algo más que un objetivo improbable. Acertar o
errar: la eterna cuestión del cine y del cineasta.
Stefan Ruzowitzky, el director,
proveniente del cine alemán y austríaco (país para el que consiguió el Oscar
por la discutible Los Falsificadores)
afronta su primer largo americano tras haber conseguido una notable serie de
éxitos comerciales dentro del mercado europeo. Con un estilo –o, habría que
decir, con su ausencia- perfectamente asimilable para el sistema de Hollywood,
Ruzowitzky se presenta ahora como otro más de esos directores foráneos,
carentes de excesivas ambiciones artísticas que (ejemplos en nuestro propio
país abundan) no han hecho otra cosa en realidad que cine americano por los
cuatro costados. Por eso este es un paso natural: una producción comercial, de
un género preciso, con una serie de estrellas o de rostros reconocibles para el
gran público. Una apuesta conservadora, de presupuesto medio, que haya de
servir como escaparate para futuros encargos y cimienten así su asentamiento en
el mercado americano. El que este trabajo vaya a lograr que tal estrategia
culmine exitosamente es algo que está por ver, pues el film se queda a medio
camino de todo: su paso por las salas de otros países ha sido poco más que
discreto y, sin ir más lejos, en España llevaba ya más de un año esperando en
el cajón de la distribuidora, lo que suele ser una señal de la poca confianza
que suscita una cinta -titular La Huida
(Deadfall es su título original) a
esta película en su lanzamiento español, usurpando interesada o desganadamente
el título del mítico film de Sam Peckinpah protagonizado por Steve Mcqueen, no
puede provocar que se despierte precisamente el interés del espectador medio, y
sí la inmediata antipatía del cinéfilo, de cara a su estreno o que se destaque
entre tantos otros títulos en la pantalla azulada del monitor de taquilla de
multisala-. Desde el lado que nos interesa como espectadores, el film de Ruzowitzky
tampoco logra lo que se supone que debe alcanzar un producto de estas
características y que no es otra cosa que ofrecer un bien empaquetado rato de
evasión con sus picos más o menos moderados de intriga, emoción y tensión. Pero
es que esperar eso del espectador cuando este debe enfrentarse con un argumento
tan gastado, en el que los personajes son apenas un esbozo de humanidad que
tropiezan una vez tras otra en el puro cliché dentro de una trama a la que se
le notan las bastas costuras desde el inicio, es pecar de ingenuidad o de
ceguera.
Puede que los dos elementos más
destacables de este film sean la intensidad intrínseca, la majestuosidad que la
nieve confiere a la imagen cinematográfica (una utilización de dicho recurso
natural que el cine ya ha empleado en el pasado con mayor o menor fortuna pero
que no deja de perder efectividad) y, por otra parte y hablando en términos argumentales,
que asistamos a una soterrada, pero a la vez obvia, relación incestuosa
mantenida entre los personajes encarnados por Eric Bana y Olivia Wilde. Esta
relación, clave durante todo el film, es la que precipita su desenlace. Lamentablemente
el guión no se interna o no quiere internarse en una exploración dramática que
quizá podría haber dado momentos más interesantes y de mayor entidad. Tampoco
contribuye a ello el trabajo de unos protagonistas que se limita a lo funcional
en el mejor de los casos. Ese temor o esa incapacidad, unido a la anodina labor
de Stefan Ruzowitzky avocan al film al desinterés casi instantáneo, a una
evaporación que le sobreviene en cuanto la sala se ilumina y el espectador se
interna en el frío real de sus propias calles.
Jose Antonio Montero
Muy buena crítica, José Antonio, aunque (en esta ocasión sí) no le hubiese venido mal al texto un poco más de síntesis. El razonamiento es impecable, así como tu reflexión sobre la asimilación de directores foráneos sin personalidad por parte de la industria de Hollywood. Sólo me molesta que, al principio de tu texto, hayas utilizado la expresión mutante y trans-idiomática "voz over" cuando lo mejor habría sido hablar de voz en off. Y, claro, también un desliz ortográfico que se te escapa al final -"avocan" por "abocan"-, pero es un muy buen texto que analiza en profundidad la película.
ResponderEliminarJordi Costa