Tïtulo original: La Jaula de Oro Año: 2013 Nacionalidad: México Duración:
102 min Dirección: Diego
Quemada-Díez Guión: Lucía Carreras,
Gibrán Portela, Diego Quemada-Díez
Fotografía: María Secco Música: Leo
Heiblum Intérpretes: Ramón Medina,
Brandon López, Rodolfo Domínguez, Carlos Chajón, Karen Martínez.
Decía la guionista y directora Claudia
Sainte-Luce, en una reciente entrevista sobre su trabajo, que "Reescribir es la parte más dura. Si encuentro un guionista que
reescriba un guión y lo deje mejor, sé que he encontrado un gran
guionista."
Reescribir una historia que ya nos han
contado mil veces era el reto de la ópera prima del mexicano nacido en Burgos
Diego Quemada-Díez. Contar de nuevo la odisea que realizan ingentes cantidades
de inmigrantes día a día, y que nosotros como hispanos conocemos dese la
lejanía o vivimos a través de numerosos roces, testimonios, telediarios...
¿Y qué añade La Jaula de Oro al drama de la inmigración que no sepamos (pero de
algún modo ignoremos) ya? Pues en primer lugar un relato con una consonancia entre contenido
y forma de desmesurada calidad.
Por un lado el realismo prácticamente
documental, conseguido gracias a un exhaustivo trabajo de documentación y que
muestra las vivencias de los jóvenes protagonistas de forma sobria, sin apenas
sonido extradiegético y con una variada selección de localizaciones a lo largo
del viaje. Todo esto alternado con la parte poética de la cinta: momentos algo
más cortos, ubicados dentro de elipsis narrativas en forma de viajes en tren.
Momentos protagonizados por una cuidada y pensada fotografía acompañada de
breves notas de piano o melancólicas canciones que invitan a la reflexión sobre
lo previamente sucedido.
Otro punto fuerte de la historia es su acertada
amplitud de miras. El film no solo establece como enemigos de los
desfavorecidos a Estados Unidos y a su cálido pero ingenuo imaginario colectivo
(el cow-boy, la estatua de la libertad, la gran ciudad, la nieve). La Jaula de Oro cuenta, además, el modo
en el que las mafias que se distribuyen a lo largo de las rutas hacia el norte
del continente se acaban conformando como hábiles y despiadadas aves de presa,
como peces limpiadores que devoran a los más débiles (o a los menos
afortunados) antes de que lleguen a la gran ballena que es Estados Unidos, la
cual dará a los restantes un precario cobijo a cambio de sostenerla a flote, y
hasta que dejen de ser necesarios para dicha tarea.
Finalmente y debido a su guión, fruto de
numerosos pedazos recogidos durante el ambicioso proyecto de documentación
antes mencionado, otro tema surge en el discurso de La Jaula de Oro. La importancia en nuestras vidas, más allá de
nuestras decisiones, de las casualidades, la suerte y el azar. De cómo
deberíamos ser doblemente cautelosos al llevar a cabo nuestros actos, pues no
tenemos sobre nuestros pasos el control que pensábamos, especialmente cuando
nuestros orígenes son más humildes que nuestro destino.
Santiago Alverú
Muy buena crítica, Santiago. Sólo echo de menos que no te hayas detenido en la labor de los actores -todos ellos no profesionales- y, en especial, en toda la tensión narrativa que provoca el triángulo de relaciones entre los tres protagonistas. También hubiese estado bien que situaras un poco la figura de Diego Quemada-Díez, que debuta en esta película tras haber trabajado de operador al servicio de Ken Loach, Isabel Coixet y diversas producciones americanas. Es un burgalés que debuta con una película co-producida entre México, Guatemala y España.
ResponderEliminarun abrazo,
Jordi Costa