De tal padre, tal hijo
Título original:Like father. Like son Año: 2013. Duración: 120 min. País: Japón Género: Drama Dirección: Hirokazu Koreeda Guión:Hirokazu Koreeda Fotografía:Mikiya Takimoto Reparto: Masaharu Fukuyama, Yôko Maki, Jun Kunimura, Machiko Ono, Lily Franky.
Recientemente se estrenó Una familia de Tokio, remake de Cuentos de Tokio (Yasujiro Ozu, 1953).
El cine del maestro japonés se caracteriza por su delicadeza y su sobriedad, donde lo cotidiano se convierte en extraordinario, y lo artificioso, en innecesario. Sus planos,
largos y fijos, sobrios y complejos, muchos de ellos cercanos al suelo, solo
incluyen lo necesario, destilando lirismo. Hay mucho de Ozu en la nueva cinta
de Kore-eda, De tal padre tal hijo, no
tanto por el estilo —que también— como por la capacidad para contar las
particularidades y los entresijos del ser humano, prestando especial atención a
la familia y a las relaciones paterno-filiales. En esta nueva entrega, como ya
ocurriera en Kiseki o Still Walking, los niños vuelven a ser
el eje central, el vórtice sobre el que gira la trama. Pero en este caso los
hijos funcionan como detonante de la acción, como motor y motivo central de la
película. Ellos son los principales protagonistas y los mayores perjudicados de
un drama del que forman parte sin culpa alguna.
Kore-eda plantea un incómodo
dilema de muy difícil solución: la familia de Keita, un niño de 6 años, es
informada de que por error entregaron a su hijo a otra familia tras el parto y
que el que han criado no comparte sus mismos genes. Otra familia tiene a su
hijo y ellos el de ésta. Han educado a un niño en unos años irrecuperables,
cruciales y determinantes. También, claro, la otra familia. ¿Qué hacer
entonces?, ¿qué decisión tomar?, ¿prevalece la genética sobre los lazos de
cariño, las costumbres adoptadas, la convivencia y, en definitiva, el amor
creado durante más de un lustro?, ¿tiene el niño, siendo el principal afectado,
algo que decir en todo esto?, ¿qué se impone en última instancia, el deseo de
los padres y el niño o la resolución del juez? Este es el examen de conciencia
al que somete el realizador japonés al espectador. Un examen de difícil
solución, sin certezas ni verdades absolutas, recogido de manera magistral por
la cámara de un Kore-Eda fiel a su estilo.
Pese a la crudeza del relato, y
de su profundidad en el tratamiento, no hay lugar para el melodrama ni las
ñoñerías. Sí lo hay, sorprendentemente, para el humor y la ironía, aligerando
de esta forma el filme sin restarle transcendencia. También hay sitio para la
crítica social, como el conflicto de clases, la extenuante educación japonesa o
la desmedida ambición familiar por la competitividad de sus hijos. La cinta
adolece, sin embargo, de algunos vicios. Entre ellos, el uso reiterativo del
tópico: desde el padre opresor, adinerado e infeliz que no tiene tiempo para
estar con su hijo hasta la familia de clase baja pero feliz, asociado a la
manida idea de que el dinero no da la felicidad. Estos detalles no consiguen
sin embargo ensombrecer esta deliciosa película que consolida el estilo de un
Kore-eda que asombra como pocos a la hora de retratar verdaderos dramas humanos,
en el que nada es impostado y todo parece veraz. Un estilo muy personal que le
valió el Premio del Jurado en Cannes.
Spielberg, parte del jurado, se
apresuró a adquirir los derechos de un filme que, igual que los planos que lo
componen, irradia elegancia, sobriedad y equilibrio. Delicadeza en estado puro.
Cine sin edulcorantes.
Carlos Rico Hernández-Claveríe
Ninguna objeción para esta estupenda lectura de la película. Creo que a ti te gusta bastante más que a mí, pero has hecho u gran texto. Lo que yo le reprocho a la película es que escoja centrar ese dilema en uno solo de sus personajes -el padre acomodado-, restando muchas posibilidades al punto de partida.
ResponderEliminarun abrazo,
Jordi Costa