Título: El consejero. Año: 2013. Duración: 117 min. País: Estados Unidos Género: Thriller. Dirección: Ridley Scott Guión: Cormac McCarthy Fotografía: Dariusz Wolski. Reparto: Michael Fassbender, Cameron Díaz, Javier Bardem, Penélope Cruz, Brad Pitt
Existe, y se palpa en la versión original de
la cinta, una suerte de similitud sonora entre los términos en inglés que mejor
resumen El consejero: codicia (greed)
y pesar, dolor (grief).
No solo describen la historia, la de un abogado
(Michael Fassbender) que busca enriquecerse ilegalmente (codicia) para
contentar los caprichos propios y de su futura esposa (Penélope Cruz), mediante
una serie de negocios arriesgados y de previsible y trágico futuro (dolor);
sino que, además, dibujan la génesis y el resultado de los trabajos de los
principales implicados en la película: director, guionista y reparto.
Empecemos con Cormac McCarthy, que deja su
habitual faceta de novelista para escribir su propio (y primer) guión
cinematográfico, tal vez empujado por su larga trayectoria de relatos adaptados
a la gran pantalla. En su trabajo encontramos numerosas situaciones creadas
para dar cabida a una ingente cantidad de diálogos, en los que McCarthy trabaja
entregado por definir el terrible mundo de violencia, ilegalidad y drogas que
tiene lugar en Méjico, pero hace poco por ninguna historia. Principalmente
asistimos a numerosas reuniones del abogado con sus socios (Brad Pitt y Javier
Bardem) que se revelan como eternas batallas dialécticas, en las que cada
personaje, lleno de sabiduría, intenta decir siempre la última palabra. Si bien
resultan perfectamente fluidas, el problema es que excepto el desgraciado counselor y su esposa, todos parecen saberlo
todo sobre la vida que llevan y el mundo en el que viven: no solo los
criminales, pues la codicia de McCarthy hace que anecdóticos personajes como el cura
o el dependiente del bar también se presenten con rebelde labia y oscuro
trasfondo personal.
En su guión incluso alguien que solo haya
rozado la totalidad de la obra de Cormac MacCarthy podrá observar elementos
comunes con su identidad como autor. El bolito
de la cinta, por ejemplo, no parece sino una versión más sofisticada del arma
del personaje de Javier Bardem en No es
país para viejos ("pistola de
perno cautivo" es su exacta difinición, dice google) y la referencia a los
personajes por su rasgo u oficio, en vez de dar a conocer su nombre real, es un
recurso que ya habría utilizado en otras novelas, como El sunset limited.
El reparto es otro de los ganchos de la película.
Entre tanta estrella (y muy vistosos secundarios como Bruno Ganz o Dean Norris)
es curioso como Cameron Díaz, el nombre menos trendy del cartel, consigue despuntar sobre el resto gracias a la
inclusión de su personaje (Malkina) en esa larga lista de mujeres de fuerte carácter
que pueblan las películas de Scott y gracias también a cierta escena cuya
extravagancia, controvertido erotismo e innegable humor la convierten en un
clásico instantáneo. El resto de integrantes funcionan como virtuosos músicos
sin una batuta que los guíe y esta
sensación de individualismo se acentúa por todo lo ya mencionado sobre el guión
y sus diálogos.
Como ya ocurriese con Prometheus (aunque en ese caso el resultado mantuviese una mejor
visión de conjunto, debido al género del relato, a su reminiscencia con Alien y al fascinante despliegue visual
del mismo), Ridley Scott se diluye, desaparece cuando debería centrar sus
esfuerzos en controlar estas dos armas que se desbocan de manera automática, el
guión y el reparto. Lindelof tal vez sea a la precuela de Alien lo que McCarthy es a El
consejero. En la obra de ciencia ficción Scott también dejaba que carencias
del guión se reforzasen con absurdos histrionismos a voluntad de su equipo; y donde
allí, por ejemplo, para justificar que un geólogo se perdiese en la estructura
rocosa del planeta inexplorado, Scott permitía que Lindelof añadiese un
oportuno problema de disciplina y drogadicción; aquí deja que leopardos y
extravagantes peinados completen diálogos que no dicen nada sobre la
personalidad del que los interpreta.
Lo que se resuelve, por tanto, es un puzzle
de ambiciosas intenciones con desafortunados resultados, en el que si el
espectador quisiese quedarse con una sola escena, lo tendría difícil, pero si
tuviese que ampliar su mirada y se viese obligado a elegir una película de
Ridley Scott, El consejero no
despertaría el mismo debate.
Santiago Alverú
Bienvenido al curso y al blog, Santiago. Me alegra mucho que te hayas atrevido tan pronto subir tu primer texto. No he visto la película y, en este caso, creo que me haría falta verla para poder discutir en propiedad tu texto. "El consejero" está siendo una película muy controvertida y creo que esa polémica tiene que ver con el choque entre un universo muy estable y codificado (el de McCarthy) con otro que basa su identidad en una identidad fluida y cada vez menos acusada (el de Scott). No acabo de entender tus objeciones a los diálogos de McCarthy y a su gusto por la abstracción en la definición de los personajes. Igual lo que había que hacer ante "El consejero" no es tanto esperar un thriller sino un McCarthy: te refieres a "El sunset limited" como novela y eso es problemático: en realidad, es una obra de teatro, aunque el autor la reeditó con el subtítulo "una novela dialogada", sembrando dudas sobre la clasificación de un texto como ese. Siento no poder ser más específico, pero detecto problemas en tu argumentación -no me acaba de parecer clara- que podría afrontar mejor si hubiese visto la película y tuviese, por tanto, experiencia directa de esas objeciones que pones a la película.
ResponderEliminarun abrazo,
Jordi Costa
Hola Jordi, y gracias por la bienvenida y por la valoración.
ResponderEliminarMe quedo con el error cometido con The Sunset Limited: incluso después de haberlo leido, tendría que haber investigado más para conocer su condición de obra de teatro. Trabajaré también en la claridad del texto para la siguiente entrega.
Un abrazo y muchas gracias,
Santiago