viernes, 28 de febrero de 2014

Seamos constructivos







La LegoPelícula
   

Título original: The LEGO Movie Año: 2014 Nacionalidad: USA Duración: 90 min Dirección: Phil Lord, Chris Miller Guión: Phil Lord, Chris Miller Fotografía: Pablo Plaisted Intérpretes: Elizabeth Banks, Channing Tatum, Morgan Freeman, Chris Pratt, Will Arnett, Jonah Hill, Will Ferrell, Cobie Smulders, Liam Neeson, Alison Brie.




Resulta difícil encontrar en el contexto del cine de animación comercial –sobre todo del perteneciente (por procedencia o espíritu) al cine norteamericano- ejemplos que logren desembarazarse estética y formalmente del tiránico modelo Disney o de la vigente reeducación de la escuela lasseteriana. Como una pequeña rareza dentro de ese contexto debe de calificarse a La Legopelícula, pues introduce algunas formas e ideas que, si no absolutamente inéditas, sí que aportan aires insólitos en el panorama actual. Como todo hoy, esos aires soplan desde Internet, donde coexisten un buen número de pequeñas producciones que se han servido del material y la imaginería de The Lego Company hasta generar un fenómeno que se ha dado en llamar brick movies. Esta película no es otra cosa que el resultado natural y la contestación hipertrofiada a ese fenómeno bajo el auspicio de la compañía danesa, que ya había producido anteriormente series y películas de ambiciones más modestas dirigidas al ámbito doméstico. Los directores de esta: Phil Lord y Christopher Miller habían dejado atisbar cierto tono rupturista (que ya venía de la serie Clone High) con Lluvia de albóndigas, tono que prolongan de manera aumentada en La Legopelícula. Partiendo del hilo común de una fingida animación stop-motion que en realidad es completamente CGI, se pretende dar una impresión de conjunto híbrido, que a simple vista puede parecer, a ojos colonizados por una animación más tradicional, de resultado desaliñado, lindante con lo decididamente cutre. Para ese espectador de gusto sedimentado, que tampoco guarda ningún vínculo de afecto con el mundo de Lego, tiene que resultar muy difícil adaptarse a la visión en la gran pantalla de cientos de personajes sin codos ni rótulas, poseedores de una limitadísima gama de expresiones gestuales, que se mueven entre un sistema o mundo de bloques de plástico interconectados. Y sin embargo, la cámara se encarga de dinamizar todo eso de manera exitosa, demostrando la riqueza y complejidad que encierra el oficio de animador.

No se ha producido en la escritura un esfuerzo equiparable al del envoltorio visual. Al igual que la saga de Toy Story o de la más reciente Rompe Ralph, La Legopelícula cuenta con la indudable ventaja que da el poseer unos ambientes y personajes sumamente conocidos y adoptados en el seno de la cultura popular (tenemos, entre muchos otros, a un Gandalf “legolizado”, o al panteón de superhéroes de DC Cómics –subsidiaria de Warner- entre los que destaca una desopilante versión de Batman que se cachondea de los tics nolanianos), lo que hace que gran parte del trabajo caracterizador de personajes venga dado para unos guionistas -los propios directores- que pueden caer (como así sucede en muchos momentos)  en el cómodo recurso de situarlos en una trama funcional, rutinaria. Una vez más, se cuenta la peripecia del don-nadie-timorato-de-corazón-de-oro-devenido-en-héroe-a-su-pesar: un hombrecillo habitante de una sociedad aparentemente ideal, que se pasa la vida construyendo edificios y estructuras inútiles -como aquellos Curris del Fraggle Rock de Jim Henson, o como el vecino de enfrente-, y que resulta que ha de salvar el mundo (y encontrar el amor de paso). La trama se mueve propulsada por ese histrionismo-histerismo inherente al cine de acción y aventuras contemporáneo, puntuado por elementos de comedia más o menos ácidos, más o menos afortunados, hasta un final que hace uso de un giro a lo M. Night Shyamalan con algo de una emotividad que debe, y no poco, a la que impregnaba todo el tramo final de Toy Story 3.
La Legopelícula es un buen entretenimiento que, como dice el propio nombre de la juguetera -"Leg godt" (jugar bien)- juega bien sus cartas, pero al que hay que reprocharle que siempre se quede a unos pasos de ser alocada, de ser libre (vean Pánico en la granja para saber a qué me refiero). Eso sí, queda lista y perfectamente empaquetada para ampliar las cuentas, iniciar franquicia y ensanchar las estanterías del Toys R’ Us.


Jose Antonio Montero.   

jueves, 27 de febrero de 2014



Mis 10 películas internacionales del 2013





La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche)
Amor (Michael Haneke)
La gran belleza (Paolo Sorrentino)
Antes del anochecer (Richard Linklater)
Nymphomaniac (Lars Von Trier)
The Master (Paul Thomas Anderson)
Tú y yo (Bernardo Bertolucci)
Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul)
Érase una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan)
Después de mayo (Olivier Assayas)









Mis 10 películas nacionales del 2013





Canibal (Manuel Martín Cuenca)
Gente en sitios (Juan Cavestany)
Stockholm (Rodrigo Sorogoyen)
Los ilusos (Jonás Trueba)
Todas las mujeres (Mariano Barroso)
A puerta fría (Xavi Puebla)
Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba)
Todos queremos lo mejor para ella (Marta Coll)
La herida (Fernando Franco)
Tres bodas de más (Javier Ruiz Caldera)






Sergio Zamora Sainz-Ezquerra



miércoles, 26 de febrero de 2014


Las 5 Mejores Películas Nacionales de 2013

1. Historia de la meva mort (Albert Serra)
2. El futuro (Luis López Carrasco)
3. Gente en sitios (Juan Cavestany)
3. Una historia para los Modlin (Sergio Oksman)
4. La por (Jordi Cadena)
5. La herida (Fernando Franco)


Las 5 Mejores Películas Internacionales de 2013

1. The Master (Paul Thomas Anderson)
2. Paraíso: esperanza (Ulrich Seidl)
3. Camille Claudel 1915 (Bruno Dumont)
3. Amor (Michael Haneke)
4. Django desencadenado (Quentin Tarantino)
5. Nymphomaniac (Lars Von Trier)

Miquel Zafra

martes, 25 de febrero de 2014

Top 10 películas 2013

Películas internacionales



1.- La vida de Adéle de Abdellatif Kechiche

2.- Amour de Michael Haneke

3.- Mud de Jeff Nichols

4.- De tal padre, tal hijo de Hirokazu Koreeda.

5.- La caza de Thomas Vinterberg

6.- La gran belleza de Paolo Sorrentino

7.- The Master de Paul Thomas Anderson

8.- Cruce de caminos de Derek Cianfrance

9.- Prisioneros de Denis Villeneuve

10.- A propósito de LLewyn Davis de Joel & Ethan Coen

Películas españolas



1.- La herida de Fernando Franco

2.- Stockholm de Rodrigo Sorogoyen

3.- Caníbal de Manuel Martín Cuenca

4.- Gente en sitios de Juan Cavestany

5.- Las brujas de Zugarramurdi de Álex de la Iglesia

6.- Todas las mujeres de Mariano Barroso

7.- Ayer no termina nunca de Isabel Coixet

8.- Los amantes pasajeros de Pedro Almodóvar

9.- La gran familia española de Daniel Sánchez Arévalo.



Carlos Rico Hernández-Claveríe

Soledad absoluta


Cuando todo está perdido

Título original: All is lost Año: 2013. Duración: 106 min. País: Estados Unidos. Director: JC Chandor. Guión: JC Chandor Fotografía: Frank G. DeMarco Música: Alex Ebert Reparto: Robert Redford Productora: Lionsgate Films / Roadshow Attractions / Before The Door Pictures / Washington Square Films / Black Bear Pictures.

En la fabulosa La vida de Pi, aquella película de Ang Lee que narraba la aventura de un náufrago, la lucha de éste contra la naturaleza animal y marítima y consigo mismo, llena de emoción y de novedosas propuestas, y no solo por el 3D, dejó claro que el cine tiene todavía mucho que mostrar y que existe la posibilidad de innovar en terrenos anteriormente explorados.

Me vienen a la mente propuestas similares, austeras en personajes pero abundantes en talento e ingenio, producciones que con apenas cuatro actores cuentan más que muchas otras de casting interminable. Me refiero a Buried de Rodrigo Cortés, Náufragos de Hitchcock, Un dios Salvaje de Polanski o la más reciente La venus de las pieles del también realizador polaco de origen francés. Todas ellas basan su éxito en la tensión y el ritmo narrativo que logran imponer sus respectivos realizadores. Despojadas de ese ritmo narrativo, el espectador se desentiende rápidamente.

En la propuesta de JC Chandor, quien en 2011 dirigía su opera prima Margin Call, tan diferente, tan radicalmente opuesta que incluso cuesta creer que las dos películas sean obra del mismo director, el realizador no consigue imponerle tensión y nervio al filme y apuesta por la sencillez y la sobriedad, y por entregarle el testigo a un sobresaliente Redford que sin embargo no consigue sostener todo el peso de la cinta ni disimular las carencias de la misma.

Sin previo aviso, de golpe y porrazo, sin contextualización previa, dato biográfico o explicación aparente de su situación Cuando todo está perdido inicia su narración en pleno Océano Índico, con el sobresalto de un Robert Redford del que no conocemos ni el nombre y cuyo barco ha chocado contra un contenedor de carga en medio del mar, abriendo en su proa una enorme grieta que vierte agua a raudales a su interior. Acompañaremos al bueno de Redford durante ocho días en su lucha por sobrevivir en un navío hecho jirones que compensará el anciano navegante con valor e ingenio y un gran instinto de supervivencia.

La película, en cambio, zozobra por su falta de riesgo y de innovación. O quizá por exceso de ambos. Cine de aventuras excesivamente sencillo, sin grandes alardes técnicos o digitales, discreto en la narración y parco en las formas. Sin nervio pero con mucha grasa, todo lo que propone es sencillez y veracidad, sin dobles lecturas, sin subtextos. La lucha por la supervivencia, tantas veces y de tantas maneras retratada a lo largo de la historia del cine, necesita algo más que una notable actuación sin diálogos y una brillante banda sonora para proponer algo nuevo. Porque si no, como en el caso que nos ocupa, aburre soberanamente.


Carlos Rico Hernández-Claveríe


lunes, 24 de febrero de 2014



Novios a la fuga

3 bodas de más. Año: 2013. Duración: 94 min. País: España. Director: Javier Ruiz Caldera. Guión: Pablo Alén, Breixo Corral. Reparto: Inma Cuesta, Quim Gutiérrez, Martín Rivas, Paco León, Berto Romero, María Botto, Laura Sánchez, Silvia Abril, Joaquín Reyes, Rossy de Palma, Bárbara Santa-Cruz. Productora: Apaches Entertainment / Think Studio / Ciskul / Atresmedia Cine    




La comedia. Qué mejor que el humor, la risa para analizar estos tiempos convulsos. Esto es lo que piensa un nutrido grupo de jóvenes cineastas españoles que están revitalizando el género en nuestro país. Desde diferentes prismas, pero tomando en origen la tragicomedia y el esperpento de los maestros Berlanga y Azcona, y adaptándolo a nuestros tiempos con ciertos modelos de la nueva comedia americana, como las comedias gamberras de la factoría Apatow o los hermanos Farrelly, esta "nueva comedia española" permite hacer una radiografía en clave de humor de nuestro país. Desde el flanco del post-humor, comedias cáusticas y de humor absurdo como el caso de Juan Cavestany ("Gente en sitios" (2013)) o el grupo de cómicos liderado por Joaquín Reyes ("Muchachada nui" (2007) (TV)), pasando por los estilos personales de Nacho Vigalondo ("Extraterreste" (2007)) o Santi Amodeo ("Quién mató a Bambi" (2013)), hasta llegar a la comedia romántica y emocional de Borja Cobeaga ("Pagafantas" (2009)), Daniel Sánchez Arévalo ("Primos" (2011)) o el caso que nos ocupa, Javier Ruiz Caldera, y su última película "3 bodas de más".

Tras debutar con la irregular película de parodias ("spoof movie") “Spanish Movie” (2009), pero donde ya apuntaba maneras para la comedia, y la interesante comedia sentimental y nostálgica de los '80, "Promoción fantasma" (2012), su tercer largometraje, "Tres bodas de más", nos presenta a una joven investigadora, lista, guapa, pero un poco desastre y con poca suerte en el amor. Mientras intenta rehacer su vida tras ser plantada por su último novio, recibe tres invitaciones de boda de sus ex-parejas. A partir de ahí, con el becario como acompañante, pasaremos a contemplar las divertidas andanzas de Ruth por unas bodas que le harán transitar por su pasado y sus miedos para finalmente encontrar su despertar emocional.

"3 bodas de más" consigue un perfecto equilibrio ritmico transitando entre la comedia clásica alocada ("screwball comedy"), la comedia gamberra y la comedia romántica consiguiendo hacer saltar la carcajada en base a situaciones y gags bien construidos. Si a esto unimos a una genial Inma Cuesta que lleva el peso de la película y que demuestra grandes dotes para la comedia y una galería de actores secundarios excelentes, destacar el surfero vasco interpretado por Paco León o la madre neurótica interpretada por Rossy de Palma, obtenemos como resultado una notable y divertidísima comedia y la demostración que el cine de consumo y de calidad no tienen por qué estar reñidos. He aquí un ejemplo.


Sergio Zamora Sainz-Ezquerra



martes, 18 de febrero de 2014

Viaje hacia el reencuentro


Nebraska

Título original: Nebraska Año: 2013 Nacionalidad: USA Duración: 115min Dirección: Alexander Payne Guión: Bob Nelson Fotografía: Phedon Papamichael Música: Mark Orton Intérpretes: Bruce Dern, Will Forte, Stacy Keach, Bob Odenkirk, June Squibb, Missy Doty, Kevin Kunkel, Angela McEwan, Melinda Simonsen.

Alexander Payne, uno de los referentes del cine indie americano, es además un director con un estilo propio, característico y fácilmente reconocible. Desde A propósito de Schmidt a Los descendientes, ha conseguido crear un universo identificable, mezcla de drama y comedia con grandes tintes de humor, y unos personajes que suelen, a través de un viaje que revolucionará sus vidas y su percepción del mundo, maldecir su mala suerte y despreciar su existencia.

Esos dos personajes son, en este caso, Bruce Dern y Will Forte, padre e hijo, los que emprenderán un viaje de más de mil kilómetros (desde Billings, Montana, a Lincoln, Nebraska) para cobrar un premio de dudosa fiabilidad, un reclamo publicitario de un millón de dólares. Ese viaje les hará pernoctar en su pueblo natal, en lo que supondrá un repaso de su infancia, de sus vidas, sus amistades y sus orígenes, un redescubrimiento de su relación. Un reencuentro con sus vidas pero sobre todo con ellos mismos en uno de esos lugares de la América profunda en los que rara vez pasa algo y que registra magistralmente la cámara de Payne.

La película rescata del olvido a dos magníficos intérpretes y nos descubre a un tercero. Bruce Dern y June Squibb son marido y mujer en la ficción, y desprenden talento y credibilidad. Dern brilló en cine en los años 60 y 70, trabajando con realizadores de la talla de Hitchcock y Sydney Pollack; Squibb es una secundaria que se dio a conocer en teatro y que en los 90 participó en películas como Esencia de mujer, y ya con Payne en A propósito de Schmidt. La película concede una nueva oportunidad a estos dos gigantes cuyas carreras parecían terminadas. Ambos están nominados al Oscar por su trabajo, y Dern ya recibió el premio al mejor actor en el último Festival de Cannes. No obstante sería injusto pasar por alto— como ha hecho gran parte de la crítica— el trabajo de Will Forte, un magnífico descubrimiento eclipsado por la interpretación de sus padres en la ficción y que sin embargo soporta— y de qué manera— gran parte del peso de la película.


En esta road movie el viaje emprendido supone una catarsis para sus personajes. En Nebraska se encuentran varios de los grandes temas tratados en la filmografía de Payne, a saber, las dificultades que provoca la vejez, las complicadas relaciones familiares- prestando especial atención a las paterno-filiales—, la reconciliación, la radiográfica satirización de la sociedad americana o el cinismo y la mezquindad que habitan en el ser humano. Todo es veracidad en ella. Conjugando a la perfección el drama y la comedia crea, sin artificio alguno, una conmovedora película que cautiva y embelesa con ese precioso y poético blanco y negro que es ya una rareza y que tan poco gusta a los estudios americanos, pero que tan buenos resultados da cuando se emplea bien, como es el caso. Tierna sin caer en el sentimentalismo mediocre, brillante y profunda siempre, y dolorosamente divertida sin caer en la risotada fácil, la película se cierra con una escena memorable y tremendamente emotiva. El broche final a uno de los mejores trabajos del realizador nacido, curiosamente, en Omaha, Nebraska.


Carlos Rico Hernández-Claveríe

domingo, 16 de febrero de 2014

Estorbar






¿Qué hacemos con Maisie?

Título original: What Maisie Knew Año: 2012 Nacionalidad: USA Duración: 99 min Dirección: Scott  McGehee y David Siegel Guión: Nancy Doyne y Carroll Cartwright, según la novela de Henry James Fotografía: Giles Nuttgens Música: Nick Urata Intérpretes: Julianne Moore, Alexander Skarsgard, Steve Coogan, Onata Aprile, Joanna Vanderham, Sadie Rae Lee, Jesse Stone Spadaccini, Diana García, Amelia Campbell, Maddie Corman.

En un nuevo ejemplo de falta de tino por parte de una distribuidora española al modificar el título de un filme en aras de una hipotética mayor comercialidad vemos cómo, What Maisie Knew (Lo que Maisie sabía) se convierte en ¿Qué hacemos con Maisie?, perdiendo o adulterando gran parte de la capacidad sugestiva, descriptiva e intencional que posee el título original, y que proviene a su vez de la novela en que está basada esta producción. Puesta al día de la decimonónica obra de Henry James que Borges definió como: “una horrible historia de adulterio narrada a través de los ojos de una niña que no está capacitada para entenderla”, esta adaptación traslada al New York actual esa premisa a la que se refiere el escritor argentino, aligerándola de personajes y situaciones, y dotándola de un barniz estético próximo a lo indie que no logra, sin embargo, ocultar sus evidentes emplastes telefílmicos. Se cambia el ropaje, pero como sucede a menudo en el delicado terreno de la adaptación literaria, no se sabe, o no se quiere, aprovechar la fecundidad del complejo armazón de la narración original sometiéndolo todo finalmente a una reducción insípida.

Una niña como ser extraño que no encaja, que estorba en un núcleo familiar en pleno proceso de demolición: Maisie es la hija de una cantante de rock en horas bajas (Julianne Moore) y de un marchante de arte inglés (Steve Coogan) absorbido por su trabajo. Dos personajes que son retratados como epítomes de lo que significa una persona tóxica: egoístas, ambiciosos, llenos de rencor y de impulsos mezquinos. A esto asiste la pequeña niña mientras es zarandeada por uno y otro, no por el amor que en ellos despierta, sino por ser la pieza que ha de decantar finalmente la balanza de un combate que sus progenitores, sin descanso, librarán durante toda la historia, convirtiéndola en víctima colateral y a la vez en epicentro del problema . Lo que Maisie sabe es todo lo que nosotros, como espectadores, sabremos, pues ahí está la clave de esta obra: en que sólo vemos los hechos de los que Maisie es testigo. No hay una hilazón clásica de secuencias en las que todo se explica desde los diferentes puntos de vista de los personajes que componen la historia, sino que se asiste a la sucesión de una serie de escenas cortas superpuestas unas a otras que se constituyen en el abrumador torrente subjetivo de percepciones y sensaciones a las que Maisie es sometida, añadiendo una torsión insoportable a las turbulencias propias de la infancia. Se extrae -desde ese poco frecuentado, incómodo y fronterizo puesto de observación del drama de la vida que son los ojos de un ser posados sobre un mundo que todavía no ha aprendido a decodificar- una sensorialidad fresca, pero que plantea el probable riesgo de caer en ortopédicos retratos naturalistas. Truffaut ya no está, tampoco Ozu, y no siempre se tiene a mano a Hirokazu Kore Eda. El tándem de cineastas que forman Scott McGehee y David Siegel (de los que nos han llegado pocas y discretas muestras) no sale precisamente victorioso de esta empresa, a la que le falta bastante de eso tan etéreo y escurridizo que es la verdad cinematográfica. Entre otros elementos que contribuyen a esta percepción destacan una banda sonora utilizada como agitadora clandestina de sentimientos, o la recreación excesiva, casi impía, de los directores en el angelical rostro de la niña. Y así se llega a un tramo final, en el que una escena -de obvio tono dickensiano- duele y ofende por su torpeza como la bofetada de un maestro incapaz, y acaba echando por tierra el pretendido planteamiento de drama pudoroso y realista del que supuestamente desean hacer gala sus creadores. Esta escena (hablo de la noche en que Maisie es acogida por la camarera de buen corazón pero de malas compañías) les retrata, y sitúa tajantemente al conjunto de la película en el nivel de digerible melodrama vespertino. Lo que salva esta película de la completa inanidad es la interpretación de Onata Aprile (la niña protagonista) y su mirada sincera, fragante, despojada de los tics del niño actor, verdaderamente infantil –que no estulta-; un ser frágil que ha de ser “un recipiente (…) para la amargura” (H. James), y que debe mantener, a la vez, su pureza intacta.    


José Antonio Montero

    

viernes, 7 de febrero de 2014

El tiempo perdido


Título original: Oslo, 31. August Año: 2013 Nacionalidad: Noruega Duración: 95 min Dirección: Joachim Trier Guión: Joachim Trier, Eskil Vogt Fotografía: Jakob Ihre Música: Ola Fløttum Intérpretes: Anders Danielsen Lie, Hans Olav Brenner, Ingrid Olava, Øystein Røger, Tone Beate Mostraum, Kjærsti Odden Skjeldal, Johanne Kjellevik Ledang, Petter Width Kristiansen.

Oslo, 31 de agosto.

La sórdida Oslo. La fría e inmisericorde capital de Noruega es el lugar donde transcurre la última película de Joachim Trier, lejano familiar del danés Lars Von Trier, hoy tan en boca de todos por su polémica Nymphomaniac. La anterior adaptación de la misma novela, Le feu follete de Pierre Drieu, realizada por Louis Malle en 1963 y ambientada en París, era mucho más solemne y sombría, más pesimista, posiblemente por su realización en blanco y negro. Quizás aquella maravillosa película no necesitaba un remake. Y esta, pese a que comparta historia y novela original adaptada, tampoco pretende serlo. Es, por así decirlo, una actualización de la anterior, un nuevo enfoque más moderno y sutil, actual y presente.

En este caso, el protagonista no es Alain  sino Anders, y no se desintoxica del alcohol sino de las drogas. Vivimos con él su regreso durante veinticuatro horas a la ciudad que le vio crecer y en la que vivió grandes momentos, ahora tan cambiada, igual que sus amigos, sus antiguos amores y su familia. Todo ha cambiado en su ciudad natal, y él también lo ha hecho, pero ese cambio no ha sido compartido, y eso es algo que nunca podrá perdonarse. El recurso plano-contraplano, el día y la noche, funciona como elemento evidente de presentación de contrastes, de enfrentamiento y confrontación. Lo mismo ocurre con el color y las escenas alegres y las sombrías, nos presentan dos mundos, dos versiones opuestas de una realidad, el deseo de vivir y la tentación de la muerte del protagonista. La autodestrucción y el pesimismo frente a la esperanza y el optimismo, el pasado y el presente contra un posible futuro diferente. Una reflexión sobre la nostalgia y el tiempo que se escapa, que ya nunca más volverá, irrecuperable. Hay un claro sabor a arrepentimiento y remordimiento a lo largo de todo el filme. Un choque frontal para una sociedad idílica que no sabe lidiar con los díscolos. La irrupción de Anders provoca en ella confusión y desasosiego.

Abordar el texto de Drieu no es tarea sencilla, pero Trier sale indemne, si no reforzado, en su actualización. Sin hacer demasiado ruido el cine nórdico se está abriendo paso con propuestas realmente interesantes en un panorama europeo en el que no es nada fácil. Quizás la sociedad noruega no es tan buena como quieren hacernos ver, pero sí su cine.


Carlos Rico Hernández-Claveríe