viernes, 7 de febrero de 2014

El tiempo perdido


Título original: Oslo, 31. August Año: 2013 Nacionalidad: Noruega Duración: 95 min Dirección: Joachim Trier Guión: Joachim Trier, Eskil Vogt Fotografía: Jakob Ihre Música: Ola Fløttum Intérpretes: Anders Danielsen Lie, Hans Olav Brenner, Ingrid Olava, Øystein Røger, Tone Beate Mostraum, Kjærsti Odden Skjeldal, Johanne Kjellevik Ledang, Petter Width Kristiansen.

Oslo, 31 de agosto.

La sórdida Oslo. La fría e inmisericorde capital de Noruega es el lugar donde transcurre la última película de Joachim Trier, lejano familiar del danés Lars Von Trier, hoy tan en boca de todos por su polémica Nymphomaniac. La anterior adaptación de la misma novela, Le feu follete de Pierre Drieu, realizada por Louis Malle en 1963 y ambientada en París, era mucho más solemne y sombría, más pesimista, posiblemente por su realización en blanco y negro. Quizás aquella maravillosa película no necesitaba un remake. Y esta, pese a que comparta historia y novela original adaptada, tampoco pretende serlo. Es, por así decirlo, una actualización de la anterior, un nuevo enfoque más moderno y sutil, actual y presente.

En este caso, el protagonista no es Alain  sino Anders, y no se desintoxica del alcohol sino de las drogas. Vivimos con él su regreso durante veinticuatro horas a la ciudad que le vio crecer y en la que vivió grandes momentos, ahora tan cambiada, igual que sus amigos, sus antiguos amores y su familia. Todo ha cambiado en su ciudad natal, y él también lo ha hecho, pero ese cambio no ha sido compartido, y eso es algo que nunca podrá perdonarse. El recurso plano-contraplano, el día y la noche, funciona como elemento evidente de presentación de contrastes, de enfrentamiento y confrontación. Lo mismo ocurre con el color y las escenas alegres y las sombrías, nos presentan dos mundos, dos versiones opuestas de una realidad, el deseo de vivir y la tentación de la muerte del protagonista. La autodestrucción y el pesimismo frente a la esperanza y el optimismo, el pasado y el presente contra un posible futuro diferente. Una reflexión sobre la nostalgia y el tiempo que se escapa, que ya nunca más volverá, irrecuperable. Hay un claro sabor a arrepentimiento y remordimiento a lo largo de todo el filme. Un choque frontal para una sociedad idílica que no sabe lidiar con los díscolos. La irrupción de Anders provoca en ella confusión y desasosiego.

Abordar el texto de Drieu no es tarea sencilla, pero Trier sale indemne, si no reforzado, en su actualización. Sin hacer demasiado ruido el cine nórdico se está abriendo paso con propuestas realmente interesantes en un panorama europeo en el que no es nada fácil. Quizás la sociedad noruega no es tan buena como quieren hacernos ver, pero sí su cine.


Carlos Rico Hernández-Claveríe

1 comentario:

  1. No sabía que Joachim Trier era familiar lejano de Lars Von Trier. Respecto a las preguntas que pareces formularte al principio a propósito de la película, yo creo que no hay que considerarla un remake: es, simplemente, una nueva lectura de la novela. O una nueva película hecha a partir de la novela.
    Me ha llamado la atención que definas la ciudad de Oslo como sórdida: ¿de verdad te lo parece? La película la retrata a través de la subjetividad del personaje, pero no creo que la sordidez sea el componente definitorio de Oslo. Lo único que echo en falta en tu texto es que no te centres en el análisis de algunas de las escenas más significativas de la película: la del primer intento de suicidio, la visita a la casa del viejo colega, la entrevista de trabajo, la escena de la cafetería, el desenlace...

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