miércoles, 21 de mayo de 2014

Peligro de extinción


Paradiso

Título original: Paradiso Año: 2013. Duración: 70 min. País: España. Director: Omar A. Razzak. Guión: Omar A. Razzak, Daniel Remón Fotografía: Mikel Sáenz de Santamaría Reparto: Rafael Sánchez, Luisa Martínez, Juan Manuel Hidalgo, Julián Valbuena.

Dice Rafael que Cinema Paradiso es una de sus películas favoritas. Como Alfredo, el protagonista de aquella maravillosa película, Rafael es proyeccionista de cine. Un cine muy diferente al resto de salas comerciales. Un cine con encanto, tierno y tétrico al mismo tiempo, lúgubre pero peculiar, único. Un lugar en peligro de extinción que posee, como esas antiguas ruinas que un día albergaron algo, cierto poder de atracción, de curiosidad. Rafael trata diariamente de hacer de ese local un lugar más confortable y acogedor para los pocos clientes que va recibiendo y que casi semanalmente van reduciéndose en número. Acondiciona el local para hacerlo más agradable, tratando de fidelizar a la poca clientela que aún frecuenta las proyecciones, dibujando a mano los carteles, embelleciendo la entrada con plantas y regalando pequeños detalles a los clientes más incondicionales. Pero este no es un cine de pueblo, ni siquiera uno más, es el único cine que proyecta pornografía, el último reducto de las salas X de Madrid. Una suerte de refugio, de lugar común para unos cuantos que no han sabido —o no han querido— adaptarse a las nuevas formas de consumir pornografía.

La idea del documental nació de las imágenes tomadas durante dos años por la fotógrafa Laura M. Lombardía. Paradiso se presentó en la sección Zonazine del Festival de Málaga y pronto fue relegado a las pocas salas que apuestan por otro tipo de cine como la Cineteca de Madrid y la sala Zumzeig de Barcelona. El cierre en 2013 de los cines de la Corredera de San Pablo ha convertido a los Duque de Alba madrileños en la única sala X de la capital, lugar que sirve de punto de partida para contar una historia de la que el director del documental consigue transmitir la belleza y el encanto que a priori no tiene, y el espectador acaba saliendo con la extraña sensación de curiosidad y de atracción por conocer más cosas de ese extraño y sórdido lugar. Para ello Omar A. Razzak, director de la cinta, se vale de actores no profesionales —Luisa, Juan y el propio Rafael— que se interpretan a ellos mismos. Los tres se abren ante el espectador sin más guion que el de recrear las conversaciones y las situaciones que viven diariamente en el cine. Omar planta la cámara, normalmente con un plano fijo y distanciado de la acción, y deja que sean ellos, con un gran trabajo de improvisación y aportaciones propias, los que muestren al espectador cómo transcurre su día a día. Sobrio y frío en el estilo, sin narración ni voz en off, la cámara se limita a mostrar y sugerir —nunca entra en la sala ni enseña imágenes de las películas que allí se proyectan—, y mediante sucesión y repetición —a veces de manera irritante —de planos que siguen a Rafael en sus quehaceres diarios, o sugerentes imágenes fuera de plano que dicen más de lo que callan, lo cierto es que el documental cumple con sus intenciones, a saber: mostrar el funcionamiento de algo tan desconocido, anacrónico y frío como una sala X y dotar de belleza y encanto un lugar que en un principio no lo tiene, conseguido en gran parte gracias a unos personajes que desprenden veracidad y que consiguen arrancar sonrisas con una naturalidad y cotidianeidad impropias de actores no profesionales. Un relato que puede servir como parábola extrapolable a la decadencia de una forma de consumir cine -independientemente del género que este sea- que parece que se está perdiendo, pero del que aún quedan unos pocos seguidores incondicionales que se resisten a que desaparezca.


Carlos Rico Hernández-Claveríe

1 comentario:

  1. Un muy buen texto, Carlos, aunque creo que hay una diferencia clave en la mirada que aplica Omar Razzak sobre ese espacio y la manera en que lo viertes en tu texto: yo creo que él en ningún momento ve ahí un espacio sórdido, sino un sitio privilegiado desde el que entonar una elegía sobre el poder del cine para establecer comunidades. Por supuesto, es llamativo que sea una sala X y es significativo que sea la última, pero creo que la sordidez y la fealdad no entran como elementos a señalar en la propuesta de "Paradiso".

    un abrazo,

    Jordi Costa

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