miércoles, 11 de diciembre de 2013

Desfase apocalíptico


 Bienvenidos al fin del mundo
Título original: The World´s End Año: 2013. Duración: 109 min. País: Reino Unido Género: Comedia. Ciencia Ficción Dirección: Edgar Wright Guión: Edgar Wright, Simon Pegg Fotografía: Bill Pope Reparto: Simon Pegg, Nick Frost, Paddy Considine, Martin Freeman, Eddie Marsan, Pierce Brosnan.



Peter Fonda hacía apología de la juerga como estilo de vida escupiendo un discurso entre tontorrón y pegadizo en 'Los Ángeles del Infierno' de Roger Corman. El grupo musical Primal Scream lo recogía y lo remezclaba en su hit del buen rollo 'Loaded'. Y ahora un treintañero trasnochado hasta el fin de los días, atrapado en una resaca eterna que confunde borracheras pretéritas con glorias eternas vuelve a él para defender la esencia de la humanidad frente a una invasión extraterrestre tan impersonal como inquietante.

Y eso es básicamente 'Bienvenidos al fin del mundo': una irreverente y burbujeante celebración pop de la capacidad del ser humano de autodestruirse y de fracasar. Más que una capacidad, un derecho insobornable, como el de tener una segunda oportunidad, aunque sea para hundirse más y mejor. El film es también otra muestra del gran espíritu lúdico (en ocasiones dionísiaco) que el británico Edgar Wright dota a sus películas, así como su capacidad para reciclar y voltear viejos materiales (por algo el maestro del collage Tarantino le dejó meter baza en el díptico 'Grindhouse'). Si en 'Zombies Party', dos amigos se peleaban más por qué vinilos de su colección tirarle a un muerto viviente que de salvar su pellejo, aquí el protagonista está más interesado en tomar un sorbo de cerveza y completar así un antiguo reto adolescente que en defender su vida. Junto con 'Arma fatal', forman una trilogía juguetona, achispada por su falta de complejos y por su energía tanto narrativa como autorreferencial. La acidez de su humor paródico, la búsqueda de la esencia anglosajona entre el caos y una sutil crítica a la sociedad moderna, y la insobornable química entre Simon Pegg y Nick Frost se cruzan en una filmografía que empieza a amontonar un buen puñado de momentos dignos de la reverencia freak.

El paragidma aquí en forma de aportación memorable lo compone, sin duda, esa escena en el baño (cómo no, de un garito) que rompe la película en dos tras su pelea intergeneracional (y a la postre también interestelar). Hasta el momento, Wright se había tomado un agradecido tiempo para mostrar las desgastadas relaciones de una pandilla unida a la fuerza etílica, las frustraciones, miedos, anhelos y fracasos propios de la mediana edad (imposible no acordarse de 'Beautiful Girls' o 'Reencuentro'). Todo ello con gracia y cierto regusto amargo, entre temas de Suede, Pulp, Blur, James y los Happy Mondays, que para eso ellos fueron reyes en los noventa británicos. A partir de aquí, la fiesta se vuelve imparable y marciana, y confirma la capacidad de su autor para coreografiar de forma notable las escenas de acción y para inyectar carisma gamberro al conjunto.

'Bienvenidos al fin del mundo' es otra sensancional muestra del buen momento que vive la comedia de compadreo, alentada desde Hollywood por la factoría Apatow; películas que entre el cachondeo y el existencialismo hablan con lucidez sobre la amistad masculina. Y aquí, como en 'Juerga hasta el fin', nos vuelve a doler ver que tengan que venir zombies, extraterrestres o el mismísimo demonio para que la sinceridad entre amigos salga a la luz. Humanos hasta el final, a pesar de todo.

José Colmenarejo

1 comentario:

  1. Muy buena lectura de la película, José. La introducción es excelente. No tengo nada malo que decir del análisis que haces, pero, sólo a título personal, te diré que yo prescindiría de algunas de las expresiones que usas -"desfase", "reverencia freak", "comedia de compadreo"- que, de cara a un lector no iniciado en los códigos que maneja esta película, pueden transmitir la idea de que estamos ante un divertimento menor, cuando, en realidad, nos encontramos frente a un trabajo muy serio, que, en el fondo, tiene más de crepuscular y reflexivo que de "desfasado", aunque, por supuesto, Wright tenga siempre en cuenta el placer del espectador y el sentido del espectáculo.

    un abrazo,

    Jordi Costa

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